Esta red militante está compuesta por biólogos, ecologistas y guardaparques preocupados por los ecosistemas de monte y selva. «Hemos llegado acá para hacer escuchar nuestras voces, las voces del campo profundo», explicó Oscar Delgado, del Centro de Acción Popular Olga Márquez de Aredes (CAPOMA) de Jujuy, mégafono mediante, ante la atenta mirada de las personas que se acreditaban en el CFM.

«Los bosques, las selvas nativas, siguen siendo un pan de futuro; al exterminarnos estos señores con sus negocios planificados, exterminan la vida, y esos negocios los planifican, no conociendo el territorio, los planifican con observaciones satelitales, desde oficinas con aire acondicionado», dijo Delgado.

El referente del CAPOMA subrayó que las organizaciones campesinas y las comunidades nativas tienen el derecho de gestionar los territorios para garantizarles un futuro, en tanto que tras el CFM se esconden quienes «quieren generar ganancia a costa del hambre y de la miseria, tal como lo han demostrado estos trece años de monocultivos transgénicos, de la soja y del maíz transgénico».

El CAPOMA trabaja en el norte argentino, donde la provincia de Salta registra que uno de cada tres chicos está desnutrido, apuntó Delgado. «Tenemos más del 60% de la pobreza, y gran parte de la responsabilidad la tiene el modelo agropecuario que ha terminado con los montes y generado desastres ambientales».

«Los movimientos campesinos estamos decididos a no ceder un palmo más. No nos vamos a dejar convencer con sus palabras dulces, de que traen desarrollo, progreso. Nos van a tener que escuchar, quieran o no quieran», concluyó el activista.

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