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28 de octubre de 2011 | Entrevistas | Negociaciones sobre Directrices Voluntarias | Sesión del Comité de Seguridad Alimentaria de FAO | Soberanía Alimentaria
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Paulo Groppo es Oficial de Desarrollo Territorial en la División de Tierras y Aguas del Departamento de Recursos Naturales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y como tal sigue muy de cerca las agendas nacionales, regionales y globales en materia de tenencia y uso de la tierra.
Muy pendiente de las discusiones generadas en torno a las Directrices Voluntarias de tenencia de la tierra que precedieron a la reunión anual del Comité de Seguridad Alimentaria la segunda y tercer semana de octubre, Groppo dialogó en profundidad con Radio Mundo Real sobre problemáticas que fueron eje de esos encuentros: el creciente acaparamiento de tierras y la agenda de reforma agraria a nivel global.
Groppo señala que el agronegocio como está concebido es comparable a un coche Ferrari, “es decir que necesita autopistas, combustible, etc. clase A, o sea las mejores tierras, que son una cantidad fija en el mundo que se está reduciendo. Asimismo, sabemos desde hace 50 años que el aumento de la productividad de los cinco principales productos agrícolas está disminuyendo al llegar a un tope genético, así que no es pensable que sea este tipo de agricultura el que pueda resolver el problema del hambre en el mundo. ¿Qué nos queda? Pues las agriculturas familiares, como relación social de la humanidad con la naturaleza”, indica.
El analista italiano, recién llegado de Haití, explica un diagnóstico que llama a revertir el fenómeno de acaparamiento desde una perspectiva estratégica: ante una población mundial creciente, los umbrales de productividad de los principales cultivos casi alcanzados y el decrecimiento de tierras agrícolas, el agronegocio ha demostrado ser incapaz de cubrir la demanda alimentaria.
Así, Groppo arroja una mirada crítica sobre el nivel de comprensión de parte de los Estados de la problemática de acaparamiento y plantea una tríada de diálogo, concertación y negociación como único horizonte razonable para abordar estos temas.
Antes y después
Ya en 1979 la FAO llamaba la atención sobre estas problemáticas, dice Groppo, a través de la primera Conferencia Mundial de Reforma Agraria y Desarrollo Rural, proceso que se vio interrumpido en la década de los 80 con el arribo de gobiernos conservadores de peso mundial como el de Margareth Thatcher y Ronald Reagan, en Reino Unido y Estados Unidos respectivamente.
De allí que el tema haya permanecido ausente durante casi dos décadas de los debates y ese espacio haya sido ocupado, en contraste, por las corrientes favorables a una “reforma agraria de mercado”.
Esto fue así hasta la Segunda Conferencia Mundial de Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR) de Porto Alegre (2006) la que, según los propios movimientos “marcó un antes y un después en el relacionamiento con la FAO”.
Ya entonces quedó claro que “la diversidad requería respuestas plurales con el diálogo y concertación como ejes. No es el mercado el que va a resolver el problema, ni tampoco el Estado solamente. Pero esa respuesta requiere trabajo y modestia, lo que muchas veces los interventores externos no tienen”, reflexiona Groppo.
Desde Porto Alegre, insiste Groppo, en la FAO ha existido un cambio de paradigma radical en la forma de abordar el problema, pasando de una visión centrada en “resultados” hacia otra que valora “procesos”. Desde una FAO que se consideraba “centro del saber desde donde éste debía ser diseminado” hacia una organización que se propone “construir saberes” con las comunidades.
Es decir, “se tocó la cuestión de las asimetrías de poder en el tema tierras; sin abordar ese aspecto, queda claro que no hay posibilidades de avanzar”.
Presión creciente
En el lustro 2006-2011 en el cual tuvo lugar este cambio de paradigma, paradojalmente se han incrementado exponencialmente las presiones sobre lo que Groppo define como “el paquete recursos naturales” que incluye como principales factores la tierra agrícola y el agua dulce. Además, “nadie está buscando tierras desérticas para invertir, todos buscan la misma tierra, que es la mejor”.
La creciente urbanización, por ejemplo en China, que significa trasladar población desde el campo a la producción industrial genera asimismo una necesidad de tierras para alimentar a esa población que ya no generará su alimento.
“De modo que la atención especial que se ha dado a China como uno de los Estados ’acaparadores’ es un fenómeno que va más allá de China: es un desfase entre la detección del problema y la capacidad de las instituciones para responder”, dice el oficial de la FAO.
Groppo, con más de dos décadas de experiencia profesional -y compromiso personal- en la temática de tierras insiste en la necesidad de concertar un método participativo: “porque si estamos pensando que sea el mercado el que resuelva esto, una vez más estamos completamente equivocados”.
“El mercado de tierras es cerrado, es decir no hay un traspaso de tierra desde quienes la tienen a los que no, sino transferencias entre quienes ya la tienen”, añade.
Son los Estados, fortalecidos y lúcidos, los encargados de abordar este tema en su trascendencia estratégica, dice Groppo para quien “está en crisis definitivamente un modelo de producción, tras décadas de desprestigio de la agricultura campesina y familiar, que fue la base de desarrollo de nuestras sociedades. Europa viene de ahí: de siglos de capitalización económica y capitalización de saberes de varias agriculturas familiares”, concluye.
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