Representante de la fuerza política en el gobierno en un departamento tradicionalmente gobernado por partidos políticos conservadores, Rodríguez sostiene que la semilla criolla y nativa adquiere un carácter estratégico en la defensa de la soberanía alimentaria y la supervivencia de la producción de alimentos sanos por parte de las familias rurales uruguayas. Pero también señala que existen aspectos centrales en los cuales las trasnacionales del agronegocio vienen avanzando, con ayuda del propio aparato del estado.

El legislador destaca algunos avances logrados en cuanto a la dignificación del asalariado rural en su territorio, como es el caso de la conformación de un sindicato de peones rurales (trabajadores de las haciendas ganaderas), históricamente los más explotados y marginados del paisaje humano rural uruguayo.

Rodríguez es uno de los representantes que, a mediados del pasado año, se preocupara por conocer detalles y fundamentos de un convenio signado por el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Uruguay y la multinacional Monsanto, para el mejoramiento de semillas de soja genéticamente modificada, lo cual fue rechazado por organizaciones ambientalistas como Redes-Amigos de la Tierra Uruguay y gremiales de productores, como Comisión Nacional de Fomento Rural.

En la entrevista para Radio Mundo Real, Rodríguez critica dicho acuerdo y señala que su voz se ha visto en soledad frente a dicho convenio, así como a otros gestos que desde el Estado uruguayo han fomentado el paquete del agronegocio, tanto sojero como forestal.

“Siento que esa batalla viene siendo perdida. No veo en el sistema político la voluntad de meter fuerza en estos temas, los cuestionamientos quedan como voces aisladas, mientras los hechos siguen caminando”, indicó.

Aún desde filas oficialistas, Rodríguez no oculta su preocupación: “me preocupa que instituciones uruguayas realicen convenios con trasnacionales, que tienen mucho poder económico. Les seguimos abriendo la cancha para que ellos sigan dominando”.

Como alternativa, Rodriguez entiende que la investigación debe realizarse desde el Estado, también mediante acuerdos con organismos públicos de países vecinos y que se encuentren frente a la necesidad de desarrollar conocimiento.

“Me doy cuenta a la legua que hay semillas (criollas) que tienen muchas virtudes: su adaptabilidad al clima, al suelo. Lo que tenemos que hacer es cuidarla, preservarla y seguir mejorándola”, reflexionó Rodríguez respecto al significado de la fiesta que congregó a 1.500 personas en la localidad de Valle Edén el pasado fin de semana.

El evento se realiza en forma bianual y es la primera vez que se realiza en el norte del Uruguay, donde la lejanía respecto a la capital ha agudizado las dificultades para los productores familiares, en parte también debido a que en esa región el latifundio es aún más marcado, impulsado por el cultivo de árboles y granos por empresas trasnacionales, así como a la concentración de la tierra.

Como ejemplo de riqueza fitogenética y alimenticia en Tacuarembó, Rodríguez remarcó la pérdida de cultivos tradicionales como el maní (cacahuate) y variedades locales de zapallos (calabazas), sustituidos por variedades híbridas, mayoritariamente importadas.

Durante su encuentro, representantes de los 250 productores que integran la Red de Semillas Criollas discutieron diversas problemáticas que hacen al fomento de la producción agroecológica, así como aspectos que hacen a la incidencia en institutos públicos o en legislaciones que puedan amenazar la libre circulación de semillas.
Rodríguez reclamó que las organizaciones “empujen estos temas y presionen” para lograr reacciones desde el sistema político.