7 de junio de 2018 | Crónicas | Observatorio transnacionales | Soberanía Alimentaria
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La anunciada “Boda en el Infierno” entre las principales corporaciones del agronegocio y la biotecnología Monsanto y Bayer se concretó este jueves y, mas allá de maquillajes de marketing (se anuncia que, como marca, Monsanto dejará de existir) el impacto predecible no es halagüeño en el Cono Sur de América y en otras regiones del planeta.
De acuerdo con una nota informativa de BASE investigaciones Sociales publicada en el portal Biodiversidad de América Latina y el Caribe, “la apuesta de Bayer al hacerse con Monsanto es profundizar en el área de biotecnología invirtiendo millones de dólares en la edición genética de cultivos. En lo inmediato la fusión de Bayer y Monsanto golpeará al Cono Sur de América con nuevos agrotóxicos dado que el modelo de soja resistente al glifosato ha fracasado, se va a reemplazar el glifosato por nuevos agrotóxicos más potentes, más peligrosos y agresivos para las comunidades.
Así lo expresó el activista y co editor de la revista Biodiversidad, Sustento y Culturas, Carlos Vicente. Vicente integra asimismo la organización Grain.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos aprobó días atrás que Bayer compre por 62.500 millones de dólares la totalidad de las acciones de la multinacional Monsanto. Con esto Bayer se convierte ahora en la principal corporación dedicada al agronegocio a escala global. Con la decisión del ente norteamericano la fusión queda consolidada tras recibir el apoyo de los principales mercados.
“La recepción de la aprobación del Departamento de Justicia nos acerca a nuestro objetivo de crear una empresa líder en agricultura” dijo el ejecutivo de Bayer, Werner Baumann, según la nota de prensa emitida por la corporación donde celebran la decisión y agregan que Bayer se convertirá en el único accionista de Monsanto Company en aproximadamente dos meses.
Carlos Vicente, en declaraciones a BASE-IS indicó que esta fusión implica la consolidación de la concentración corporativa que existe a nivel mundial de las semillas y los agrotóxicos, “hoy con la fusión de Dupont y Dow que formó la megacorporación Corteva Agriscience, la compra de Syngenta por parte de ChemChina, más la compra de Monsanto por Bayer implica que tres corporaciones controlan el 60% del mercado mundial de semillas y de agrotóxicos dejando en vulnerabilidad la soberanía alimentaria de los pueblos” sentenció el activista.
Esta fusión tendrá graves repercusiones para los pequeños productores “los agricultores, campesinos y pueblos originarios van a sufrir la profundización de la agresión que viene ocurriendo a partir del avance del agronegocio. Esta fusión implica mayor territorio ocupado por el agronegocio, más hectáreas cubiertas de soja”.
En América Latina existen al menos 54 millones de hectáreas con cultivos estivales de soja. Prácticamente en su totalidad estos cultivos son transgénicos y sus semillas y paquetes tecnológicos son manejados por las grandes corporaciones.
El modelo de agronegocios se ha expandido de la mano de las grandes empresas por todo el continente en los últimos veinte años, dejando graves consecuencias sociales, económicas y ambientales, denunciadas permanentemente por diversas organizaciones campesinas y ambientalistas.
La apuesta de Bayer al hacerse con Monsanto es profundizar en el área de biotecnología invirtiendo millones de dólares en la edición genética de cultivos. En lo inmediato la fusión de Bayer y Monsanto golpeará al Cono Sur de América con nuevos agrotóxicos “dado que el modelo de soja resistente al glifosato ha fracasado, se va a reemplazar el glifosato por nuevos agrotóxicos más potentes, más peligrosos y agresivos para las comunidades” dijo Carlos Vicente y añadió que con esto se agudizará la violencia que sufren los pueblos fumigados y mayores consecuencias como “más cáncer, más nacimientos con malformaciones, más abortos espontáneos”.
En Paraguay se estima que al menos un millón de campesinos han sido desplazados por los cultivos de soja en solo una década, situaciones similares se repiten en Brasil, Argentina y Uruguay; según el experto, las megafusiones no traen nada bueno en este sentido y asegura que como consecuencia de las mismas se profundizarán las expulsiones de comunidades campesinas “las corporaciones claramente lo que quieren son territorios liberados, sin gente, para poder hacer monocultivos, las comunidades van a seguir siendo desplazadas”.
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