4 de abril de 2011 | Entrevistas | Derechos humanos | Luchadores sociales en riesgo
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A mediados del mes de marzo fuerzas militares colombianas ingresaron a una pequeña finca propiedad del maestro del ambientalismo latinoamericano Mario Mejía, en el departamento de Valle del Cauca en un operativo que incluyó agresiones y amenazas.
La pequeña escuela de agroecología que Mejía sostiene con fines educativos y de preservación ambiental está ubicada en la vereda San Antonio, Loma Pelada de Pradera. Después de largas décadas de trabajo en toda la zona, que lo han convertido en un referente a nivel de Colombia y Latinoamérica en defensa de los derechos de las comunidades campesinas, ese es su actual reducto de militancia ambiental.
Sin embargo, según la carta en que el Maestro Mejía denuncia lo sucedido, “a mediados de marzo de 2011 las instalaciones que tenemos para alojamiento campesino fueron allanadas por unos setenta militares: arrancaron las cerraduras de todas las habitaciones, dejaron pintas en el comedor que recién habíamos dejado como nuevo, cortaron un colchón, se acostaron en los demás con las botas embarradas, machetearon el fogón de leña, tomaron como lugar de aseo el tanque grande de agua potable, se defecaron durante tres días en el arroyo de donde se toma el acueducto de la vereda, se echaron unos tiros con un grupito de guerrilleros, habiendo unos niños de por medio que apartaban unos terneros, violaron la pieza de herramientas, esparcieron por el campo mi colección de machetes viejos y se dedicaron a amedrentar a los campesinos acusándolos de guerrilleros disfrazados de campesinos”.
La incursión fue similar en características a la efectuada en 2006 contra esa misma propiedad. Mejía reside en Cali, en un humilde departamento plagado de piedras, fósiles, vegetales, flores… recuerdos de una vida entera caminando el Valle Geográfico del Cauca. Esta zona que supo ser la huerta de Colombia hoy es una vasta extensión de cañaverales para agrocombustibles. Mejía vivió personalmente ese proceso y es referencia absoluta cuando de compromiso con los derechos de las comunidades campesinas se trata.
“Nos dicen que somos guerrilleros disfrazados de campesinos y que por tanto no tenemos derecho a nada. De otro lado las FARC también tienen su campaña de terror. Es escalofriante, estamos entre dos fuegos y vamos a ver si somos capaces de sobrevivir”, relató Mejía a Radio Mundo Real.
“Mi dificultad ha sido colocarme del lado de los campesinos, creer en La Vía Campesina, en el agua pura, autonomía alimentaria y esas cosas que no interesan a las políticas públicas que están orientadas a la acumulación en manos de grupos privilegiados, tanto de exportación como mineras. El país se ha consolidado así, aunque yo soy optimista, espero que haya una etapa de reflexión en este país cuando la gente común se haga sentir”, dijo en la entrevista telefónica, agradeciendo la solidaridad internacional que ha despertado su caso.
Asimismo, como forma de ilustrar el clima de impunidad y criminalización del activismo ambiental Mejía mencionó el caso de la joven Sandra Viviana Cuéllar, desaparecida en febrero último. “El oficio de ambientalista parecería que se ha vuelto peligrosísimo en Colombia”, indicó.
Foto: elsinu.com
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