“Existen pruebas suficientes de que el maíz del tipo MON 810 implica un deterioro para los ecosistemas de mariposas, mariquitas y todo tipo de organismos marinos”, señaló la ministra, que pertenece a la conservadora Unión Social Cristiana, y asegura que su medida se fundamenta en razones científicas y no en cuestionamientos políticos.

Según Aigner, existen suficientes pruebas que documentan que esta variedad de maíz genéticamente modificado -que produce la multinacional estadounidense Monsanto- daña a su vez el sistema inmunológico de los ratones.

Pese a que desde 1998, el MON 810 cuenta con la autorización de la Unión Europea para cultivarse en los países del bloque, otros cinco países europeos -Francia, Austria, Hungría, Luxemburgo y Grecia- han desafiado las directrices de la Comisión Europea y han prohibido temporalmente el cultivo de esa variedad de maíz en sus territorios. Además, en Italia y Polonia aún no se cultiva.

En Alemania, el MON 810 comenzó a cultivarse en 2005, y el año pasado, cerca de 3600 hectáreas en ese país fueron cultivadas con él.

Al conocerse la decisión del gobierno alemán, jerarcas de Monsanto catalogaron a la prohibición como “incomprensible”, dado que aseguraron que un “sinnúmero de investigaciones científicas” confirmaban que el maíz era “seguro para el medio ambiente”. Por ello, argumentaron que posiblemente se llevarían a cabo acciones legales para que el maíz transgénico pudiera cultivarse en Alemania.

Sin embargo, la ministra Aigner explicó que antes de tomar la decisión había analizado estudios realizados por el Instituto para la Protección del Medio Ambiente, el Instituto federal Julius-Kühn e incluso material elaborado por la propia Monsanto. Luego de estudiarlo, la conclusión había sido irrefutable: el maíz transgénico MON 810 contamina el medio ambiente, y por ello, no debía ser cultivado en Alemania.