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8 de diciembre de 2016 | Entrevistas | Agroecología | Soberanía Alimentaria
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El país con menor territorio de Centroamérica, también ha debido enfrentarse a la realidad del modelo de monocultivos para exportación. En la última década, el área de monocultivos de caña de azúcar tuvo un aumento de 50%, ocupando unas 80 mil hectáreas de las 930 mil cultivadas en ese país.
Ambientalistas y movimientos campesinos vienen denunciando los impactos que está generando el modelo: acaparamiento de recursos hídricos, problemas de salud en trabajadores y poblaciones aledañas por el uso de agrotóxicos, explotación infantil, deforestación, desplazamiento de cultivos de alimentos para la población local, entre otros.
Walter Gómez, promotor ambiental y referente en el área de agroecología de CESTA-Amigos de la Tierra El Salvador, cuenta en entrevista con Radio Mundo Real, cómo viene afectando el modelo de monocultivo de caña a la soberanía alimentaria del país: “tenemos más de 400 mil personas que se dedican a la producción de granos básicos (maíz, frijol, sorgo, arroz) y hortalizas, que se han visto amenazados en las últimas décadas por la expansión del monocultivo de caña de azúcar”.
Este cultivo, prosigue, “demanda grandes cantidades de agua, así como de agrotóxicos que son fumigados por avionetas, y que afectan terriblemente a muchas comunidades”.
Los impactos de los agrotóxicos son grandes en el país. Según el Ministerio de Salud salvadoreño, entre 2007 y 2012, fueron registradas a nivel nacional casi 10 mil intoxicaciones agudas por contacto y exposición a agrotóxicos. El propio Ministerio ha vinculado el uso de agrotóxicos a los casos de Enfermedad Renal Crónica, que causan la muerte de entre 500 y 800 personas por año.
Formación, redes y presión
Walter cuenta que uno de los focos de trabajo en promoción de prácticas agroecológicas es la zona del Bajo Lempa, donde ha avanzado el monocultivo de caña: “ahí tenemos grupos de campesinos desarrollando prácticas agroecológicas, es decir, trabajando en el reciclaje de los nutrientes, la diversificación productiva, el manejo agroecológico de algunas plagas o enfermedades; y buscamos con ellos la estabilidad de todo el agroecosistema”.
El rescate de semillas criollas es otra de las líneas importantes de trabajo: “Existen ya ocho santuarios de semillas en diferentes comunidades, que son centros de conservación donde la gente lleva sus semillas, intercambia y conserva”.
Un trabajo importante para un país vulnerable a los efectos del cambio climático como lo es El Salvador, es el de adaptación de las semillas: “el año pasado hubo una sequía en la que se perdió la siembra de maíz, y parte de la de frijol, además debido al cambio climático se desarrolló un brote de una plaga llamada pulgón amarillo, que hizo perder todo el sorgo. Entonces, este año se tomaron medidas previsoras, siempre en el marco de la agroecología, haciendo algunos caldos minerales para evitar los daños de las plagas”.
Walter subraya la importancia del trabajo político. “La agroecología es política” afirma, mientras cuenta que este año han realizado marchas y presionado al parlamento para que determine el fin al uso de agrotóxicos en el país.
Más información en la entrevista completa con Walter Gómez en el audio adjunto. Acceda al sitio web de CESTA
Imagen: CESTA
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