4 de abril de 2018 | Testimonios | Agua | Bosques y biodiversidad | Derechos humanos | Industrias extractivas
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El derrame de crudo por parte de Ecopetrol en Santander, Colombia, calificado de ecocidio, representa apenas un capítulo más a una serie de afectaciones que han llevado al río Sogamoso de ser una fuente de vida a transformarse en una postal de contaminación, hambre y despojo.
Conocemos esta historia de la mano de Doña Cecilia Mantilla Torres, habitante de la ribera del Río Sogamoso, lideresa de las familias afectadas por la hidroeléctrica Hidrosogamoso y del Movimiento Ríos Vivos que articula las diversas luchas en el país contra la privatización de los ríos.
El pasado 2 de marzo se oficializó el derrame de miles de barriles de petróleo de uno de los pozos de la empresa Ecopetrol, la principal de Colombia, ubicados en la quebrada La Lizama, en el departamento de Santander, en el centro del país.
A más de un mes de los hechos, las imágenes desgarradoras de la afectación de diversos ríos, miles de animales y múltiples fuentes de vida de comunidades, no han sido suficientes para evitar la continuidad de la afectación.
Según las autoridades se trató de un afloramiento de crudo producto de inadecuadas condiciones de mantenimiento en el campo petrolero. El riesgo, fatalmente cumplido, había sido anunciado a actores del estado colombiano, en 2016.
“Fluye el petróleo, sangra la tierra”, twiteó gráficamente la ambientalista colombiana Tatiana Roa Avendaño de CENSAT-Agua Viva Colombia.
#COLOMBIA: Derrame en Lizama. Fluye el petróleo, sangra la tierrahttps://t.co/GM2G58NApG via @ecopoliticave
Gracias por difundir— tatiana roa avendaño (@tatianaroaavend) March 28, 2018
En diálogo con Radio Mundo Real desde Bogotá, donde se trasladó para denunciar la situación en que dejó este derrame a su comunidad, Doña Cecilia relató que el “río explotó, el derrame de crudo ha llegado al río Sogamoso y eso nos está afectando a nosotros los pescadores y a todos quienes vivimos a la orilla; la situación está terrible allá”.
Cecilia no puede separar el estado actual del río de la “muerte” del Sogamoso que significó la instalación de la hidroeléctrica de 190 metros de altura de contación por parte de la empresa Emgesa. Su construcción representó el desvío del río y su vaciamiento por varias horas en junio de 2014, con la consiguiente mortandad de peses, que las comunidades consumen y venden.
Fue la primera muerte del río.
En 2016, con la apertura de compuertas, se inundaron las fértiles tierras ribereñas dedicadas a la agricultura de subsistencia. Entonces, el Sogamoso tuvo su segunda muerte.
Ahora, con el derrame de Ecopetrol, se asiste a la tercera muerte de aquel que las comunidades consideran “nuestra madre y nuestro padre”. La lenta recuperación de la pesca artesanal que antes de estos proyectos abarcaba unas 32 especies de peces, quedó mutilada con el desastre más reciente.
La lideresa comunitaria agregó que desde que fuera hecha la denuncia, las autoridades estatales colombianas no han dado respuesta a las comunidades, que ven con dolor e incertidumbre el futuro. “Nosotros no usamos el río, vivimos de él”, acota.
En cambio, así como durante el proceso de construcción de la hidroeléctrica, la intervención estatal ha significado una mayor división de las comunidades involucradas a través de la contratación de personal u otras prebendas, dice Doña Cecilia.
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