4 de octubre de 2017 | Entrevistas | 8º Encuentro del MAB y seminario internacional sobre transición energética | Agroecología | Anti-neoliberalismo | Derechos humanos | Soberanía Alimentaria
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El Movimiento de los Pequeños Agricutores (MPA), de Brasil, nació en 1996 y lucha para que los campesinos tengan una vida digna. Los campesinos producen 70% de lo que comen los brasileños, pero apenas tienen 24% de la tierra; el resto es agronegocio, que cada día los acorrala más. Las reformas de Michel Temer incrementan los frentes de lucha del MPA puesto que, de aprobarse la reforma de la previsión, los campesinos deberán tener 49 años de aportes para jubilarse.
Sobre todo esto, Radio Mundo Real dialogó con Rafaela Alves, integrante de la dirección del MPA. Rafaela es de Seará, estado del nordeste brasileño, pero en estos días se encuentra en Río de Janeiro, participando del 8º Encuentro Nacional del Movimiento de Afectados por Represas (MAB, por sus siglas en portugués); el MPA es parte del MAB.
Rafaela explicó que el MPA nació en Río Grande del Sur en 1996, cuando se organizó un campamento para acceder a un crédito que les permitiera enfrentar una prolongada sequía. “La reivindicación era ’Haya lluvia, sol o viento, ¡queremos mil quinientos!’”, valor del crédito que pedían. La ausencia de políticas para el sector y las condiciones de vida de los campesinos dejaban claro que no alcanzaba con un crédito, y fue así que nació el movimiento. Desde entonces, el MPA levanta la bandera por la soberanía alimentaria, “que es una de las grandes cuestiones hoy en Brasil y en el mundo: la cuestión del alimento”, resumió Rafaela.
En el 8° Encuentro Nacional del MAB un grupo de jóvenes del MPA hizo una performance reflejando el enorme perjuicio que acarreará la reforma de la previsión. Por ejemplo, las mujeres embarazadas tendrán que trabajar si quieren acceder a la asistencia maternal; el hecho de tener que hacer aportes durante 49 años los aleja de la jubilación, puesto que la expectativa de vida de los campesinos ronda los 65 años. “Se mueren antes”, planteó Rafaela, y lo atribuyó a la carga de agrotóxicos. Subrayó que “Brasil es el mayor consumidor de veneno en el mundo, más de siete litros de veneno por año son consumidos por cada brasileño”, dijo, mencionando la ecuación que resulta de la división de agrotóxicos que ingresan al país por cantidad de habitantes. Planteó que es necesario que los campesinos construyan sus propios mecanismos de defensa contra las plagas, y que se creen las condiciones para producir sin veneno. Para eso, insistió, es necesario generar conciencia en la población.
Rafaela vive donde nació y continúa las tradiciones de su familia. Planta maíz, poroto, zapallo, sandía; cría vacas, cabras, puercos, gallinas. “Un poco de todo, ese es el principio de diversidad del campesinado, tiene una diversidad productiva”, explicó, replicando la experiencia de sus padres. El trabajo es arduo pero reconforta: el sistema de producción que defiende se propone “hallar solución a los problemas que se tienen”. En el nordeste, en especial, uno de los principales desafíos es “construir tecnologías de convivencia con el suelo semi-áarido, la seca no se combate: se construyen alternativas de convivencia”, reafirmó.
Imagen: Pedro Tucum/MAB
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